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BOGOTÁ (AP) — Paul desconfía de los humanos. Mayita se aferra a la pierna de su cuidadora cuando tiene miedo. Zeus está listo para defenderse de otros perros. Todos tienen en común el abandono, el maltrato y su nuevo hogar: un colegio estatal de la capital colombiana.
Los perros esperan cada mañana en sus cestos a que lleguen los niños, les abran la puerta, pongan sus correas e inicien la jornada de entrenamiento. Paul y Zeus necesitan un bozal, aún desconfían de los humanos y pueden morder, mientras Mayita brinca confiada sobre los niños.
Cada niño cuidador con su perro atraviesa una cancha de baloncesto y esquiva a los otros alumnos que revolotean jugando. En pocos minutos llegan a una carpa marcada como “Amigos de 4 patas”, el nombre con el que fue bautizado el proyecto que comenzó hace una década y ha rescatado y dado en adopción a más de 580 perros y gatos.
En la carpa, los niños aprenden adiestramiento canino: ofrecen salchichas a los perros cuando logran poner sus cuatro patas encima de una plataforma. También yoga y, al ritmo de música relajante, incienso y una campana tibetana, los niños respiran y acarician a los perros.
El refugio se ubica dentro del Colegio Delia Zapata Olivella, en el noreste de Bogotá, y ha recibido reconocimientos de la alcaldía como un proyecto pionero en la construcción de un “aula animalista”.
Un secreto de cuatro patas
El colegio no tenía una cátedra animalista ni planeaba un refugio. Todo sucedió casi por casualidad cuando la profesora de tecnología Andrea Murcia Rodríguez enseñó a los alumnos un video en el que le quitaban la piel a los zorros.
El impacto fue inmediato y los niños equipararon al zorro con los animales a su alrededor. Así inició la tarea de alimentar perros en la calle. Sin embargo, uno de ellos se rehusaba a comer. La profesora lo llevó a la veterinaria y descubrieron que su hocico había sido cerrado con una grapadora industrial.
Mickey, como lo bautizaron, fue sometido a tres operaciones y se convirtió en el primer rescatado.
“Nosotros empezamos a escondidas porque esto es una entidad pública, un colegio. Entonces les dábamos de comer a los que llegaban, pero entraban a escondidas en las maletas” de los niños, relató Murcia a The Associated Press.
Pero el escondite no fue suficiente cuando llegaron a cinco perros.
Aprender a cuidar
Cuando el secreto se terminó, iniciaron las labores para establecer un refugio formal con dos retos: convencer a las autoridades educativas de apoyar una actividad sin precedentes y buscar recursos.
Al inicio no sabían mucho sobre el cuidado de los animales, más allá de la vocación por hacerlo. Así que empezaron a buscar convocatorias para capacitarse en adiestramiento canino y financiar sus gastos que rondan los 500 dólares mensuales.
Así han logrado levantar desde cero un aula acondicionada para los animales, incluidos 10 espacios para perros y un cuarto para gatos, en lo que antes era una esquina olvidada del colegio.
'Los perros terminan por salvar niños'
El docente Francisco Paz, uno de los líderes del refugio, cree que el proyecto educativo —que se convirtió en una clase fija para los alumnos— es “restaurador” en doble vía: para los animales maltratados y para los niños que se preparan en el manejo de sus emociones.
“Hemos tenido un número de situaciones inmenso: casos de (ideas de) suicidio, de no hacer nada por sus vidas, de a futuro querer ser delincuentes... Pero el acercamiento hacia los perros los hace sentirse que sí son importantes para algo bueno”, aseguró Paz.
María Alejandra Molano, de 14 años, cuenta que se inscribió en el colegio animada por el refugio para animales. Allí encontró un mundo alejado del bullying que sufrió cuando era más pequeña.
“Yo era una de las personas que ni siquiera me gustaba acercarme a la gente. Prefería callar muchas cosas y el proyecto me ha enseñado cómo los animales nos protegen a nosotros”, relató Molano, quien sueña con estudiar veterinaria y crear su propia fundación.
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