Cada año podrían evitarse unas 15 millones de muertes y las emisiones agrícolas podrían reducirse en un 15% si las personas en todo el mundo cambiaran a dietas más saludables, predominantemente basadas en plantas, según la Comisión EAT-Lancet, que reunió a científicos de todo el mundo para examinar los datos más recientes sobre el papel de los alimentos en la salud humana, el cambio climático, la biodiversidad, y las condiciones de vida y laborales de las personas.
Su conclusión: si no se efectúan cambios sustanciales en el sistema alimentario, los peores efectos del cambio climático serán inevitables, incluso si los seres humanos logran efectuar la transición al uso de energías limpias.
“Si no nos alejamos del camino insostenible de alimentación en el que estamos hoy, fracasaremos en la agenda climática. Fracasaremos en la agenda de protección de la biodiversidad. Fracasaremos en la seguridad alimentaria. Fracasaremos en muchos caminos”, expresó Johan Rockström, coautor del estudio y director del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático.
El primer informe de la comisión en 2019 fue considerado un “estudio trascendental realmente histórico” por su disposición a tomar en serio la reforma del sistema alimentario, teniendo en cuenta la salud humana y ambiental, apuntó Adam Shriver, director de bienestar y nutrición en el Instituto Harkin para Políticas Públicas y Participación Ciudadana.
Estos son algunos puntos clave del informe más reciente:
Una “dieta de salud planetaria” podría evitar 15 millones de muertes al año
El primer informe EAT-Lancet propuso una “dieta de salud planetaria” centrada en granos, frutas, verduras, nueces y legumbres. La actualización sostiene que, para mejorar su salud y al mismo tiempo reducir el calentamiento global, es una buena idea que las personas consuman una porción diaria de proteína animal y lácteos, limitando la carne roja a aproximadamente una vez por semana. Esto se aplica especialmente a las personas en naciones desarrolladas, que contribuyen desproporcionadamente al cambio climático y disponen de más opciones sobre los alimentos que consumen.
Las recomendaciones dietéticas se basaron en datos sobre riesgos de enfermedades prevenibles como la diabetes tipo 2 y las dolencias cardiovasculares, no en criterios ambientales. Sucede que la salud humana y la planetaria están alineadas, dijeron los investigadores.
Rockström comentó que puede parecer “aburrido” que un análisis llegue a la misma conclusión seis años después, pero lo encuentra tranquilizador, porque la ciencia de los alimentos es un campo que avanza rápidamente, con muchos estudios importantes y una mejoría en las estadísticas.
La comida es una de las elecciones más profundamente personales que una persona puede hacer, y “el componente de salud toca el corazón de todos”, expresó Rockström. Si bien abordar los retos globales es complicado, lo que los individuos pueden hacer es relativamente sencillo, como reducir el consumo de carne, sin eliminarlo por completo.
“Las personas asocian lo que comen con su identidad”, y las dietas estrictas pueden asustar a la gente, pero incluso pequeños cambios ayudan, señaló Emily Cassidy, asociada de investigación en Project Drawdown, una organización de ciencia climática sin fines de lucro. Ella no participó en la investigación.
Nuestras elecciones alimentarias podrían empujar al planeta más allá de un punto de inflexión
Los investigadores miraron más allá del cambio climático y las emisiones de gases de efecto invernadero para tomar en cuenta diversos factores, incluida la biodiversidad, el uso de la tierra, la calidad del agua y la contaminación agrícola, y concluyeron que los sistemas alimentarios son el mayor culpable de poner a la Tierra al borde del umbral para un planeta habitable.
El informe es “súper completo” en su alcance, dijo Kathleen Merrigan, profesora de sistemas alimentarios en la Universidad Estatal de Arizona, quien tampoco participó en la investigación. Es lo suficientemente profundo para mostrar cómo las prácticas agrícolas y laborales, los hábitos de consumo y otros aspectos de la producción de alimentos están interconectados... y podrían cambiarse, comentó.
“Es como si hubiéramos tenido este lento despertar sobre el papel de los alimentos” en las discusiones sobre la existencia planetaria, señaló Merrigan.
El modificar las dietas en todo el mundo por sí solo podría llevar a una reducción del 15% en las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de la agricultura, porque la producción de carne —especialmente la carne roja— requiere la liberación de muchos gases que calientan el planeta, concluyeron los investigadores. El aumento de la productividad de los cultivos, la reducción en el desperdicio de alimentos y otras mejoras podrían incrementar eso al 20%, señaló el informe.
Cassidy comentó que, si las poblaciones de países de ingresos altos y medios limitaran el consumo de carne de res y cordero a aproximadamente una porción por semana —según se recomienda en este último informe EAT-Lancet—, podrían reducir las emisiones en un porcentaje equivalente al total anual de emisiones de Rusia.
Incorporando justicia en un mundo desigual
Mientras tanto, el informe concluye que casi la mitad de la población mundial está siendo privada de alimentos adecuados, un ambiente saludable o un trabajo decente en el sistema alimentario. Las minorías étnicas, los pueblos indígenas, las mujeres y los niños, y las personas en zonas de conflicto enfrentan riesgos específicos para sus derechos humanos y acceso a los alimentos.
En un momento en que se aproximan las conversaciones climáticas de Naciones Unidas en noviembre, Rockström y otros investigadores esperan que los gobernantes de países de todo el mundo incorporen perspectivas científicas sobre el sistema alimentario en sus políticas nacionales. Hacer lo contrario “nos lleva en una dirección que nos hace más y más frágiles”, advirtió.
“Me refiero tanto al suministro de alimentos como a la salud y la estabilidad de nuestros entornos”, observó Rockström. “Y esta es una receta para debilitar cada vez más a las sociedades”.
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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.
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