BOGOTÁ (AP) — Édgar Jiménez entra a un cuarto de colores cálidos donde se expone una fotografía de “Adán y Eva”, como llama a los dos primeros hipopótamos que retrató cuando fueron llevados a Colombia en la década de 1980 por el capo de las drogas Pablo Escobar.
“El Chino”, como lo apodan, fue el fotógrafo personal de Escobar y el encargado de hacer un “inventario” de los animales salvajes de la Hacienda Nápoles, en el noroeste del país, en la que el capo hizo una especie de zoológico para su propio disfrute con dinero de la cocaína.
“Los compró en un zoológico de los Estados Unidos que compra y captura animales en África y los vende. Es un tráfico de animales. Pablo pagó inicialmente una millonada, no solamente por estos animales, sino por otros más”, aseguró a The Associated Press Jiménez, de 75 años, uno de los pocos allegados a Escobar que aún viven.
Entre risas relató que sobrevivió no sólo a los enemigos de Escobar sino también a los animales salvajes que retrataba sin saber de qué eran capaces. “Esta foto la tomé a una distancia de unos cuatro metros, sin ningún tipo de protección”, dijo sobre los dos animales que luego atacaron un camello hasta matarlo.
Escobar agregó luego dos hembras al grupo que, sin depredadores naturales, se siguió multiplicando sin control luego de su muerte en 1993. Actualmente hay más de 160 ejemplares, declarados una especie invasora en el país y convertidos en uno de los símbolos más notorios del emporio narco que levantó Escobar.
“Se fueron convirtiendo como en una especie de símbolo mafioso y de narcos, pues porque eran de Pablo, pero la verdad es que esos animales ahora se han convertido en todo un símbolo del turismo”, aseguró Jiménez en referencia a que miles de visitantes acuden a verlos en la Hacienda Nápoles, transformada en un parque temático y de conservación.
“El Chino” no suele exhibir en exposiciones las fotografías de la vida de Escobar, las que describe como documentales, pero fue llamado a participar en “Microdosis para domar el hipopótamo interior” que reúne en Bogotá a 20 artistas contemporáneos colombianos para hacer una crítica política sobre lo que representan los hipopótamos.
Se expone desde el jueves en la Casa Échele Cabeza, un proyecto de Acción Técnica Social, una entidad sin ánimo de lucro enfocada en la regulación de las drogas y la reducción de daños.
Del óleo al estiércol
Santiago Rueda, curador de la exposición, aseguró que la muestra no pretende ser moralizante sino que invita a ver cómo una figura tan paradójica puede ser motivo de una exposición de pinturas al óleo, grafitis, fotografías y un cultivo de hongos psicoactivos en estiércol de hipopótamo.
Rueda explicó un tapiz del artista Carlos Castro que muestra a un Escobar junto a animales salvajes que descienden de dos en dos de un avión militar de gran capacidad, aludiendo al arca de Noé.
“Por eso se llama la gran narco arca. No es ese Escobar, es el delirio de lo narco, es el exceso, es el lujo. Y es esa narco estética que se está volviendo imperante una vez más no sólo en Colombia sino en el mundo”, dijo Rueda a la AP.
En Colombia, donde aún hay cárteles pero menos visibles que el de Escobar, existe un imaginario público sobre lo asociado con el narcotráfico, por lo que la exposición es presentada como una forma de reflexionar sobre su simbolismo.
Un cartel de fondo amarillo que resalta cerca del tapiz presenta a un hipopótamo, alias “El Gordo”, ofreciendo por él una recompensa de hasta 264.000 dólares.
“Es una parodia de los cárteles del narcotráfico. De esa época en que buscaban a Pablo Escobar y todos los narcos”, afirmó el autor de la obra, Manuel Barón.
La figura del hipopótamo va un paso más allá en la obra de Camilo Restrepo, quien encontró que en el estiércol de esos animales pueden crecer hongos alucinógenos que él mismo cultiva en su laboratorio.
“Es muy contradictorio que por causa del fracaso de la guerra contra las drogas se acumule tanto dinero en las manos de los narcotraficantes que sea posible que traigan un zoológico entero y que después los hipopótamos se queden viviendo en Colombia”, afirmó Restrepo.
Paradójicamente, dijo, sus desechos son “el sustrato donde crecen estos hongos alucinógenos que diluyen el ego” y no como la cocaína, que “lo eleva”.
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