BOGOTÁ – BOGOTÁEn la reciente Navidad, Yakelin Timaure no adornó su casa con luces ni compró hallacas, la comida tradicional de su natal Venezuela. Tampoco les pudo dar regalos a sus dos hijos de 10 y 15 años, con quienes hace dos cruzó la frontera con Colombia por los pasos ilegales y caminó 500 kilómetros hasta llegar a Bogotá.
“Les digo a mis hijos que lo importante ahorita es que tengamos salud. Así el 24 y el 31 no tengamos ropa ni zapatos, estamos juntos acá”, relató Yakelin a The Associated Press.
Colombia es el país del mundo que alberga más migrantes y refugiados venezolanos. Las cifras oficiales calculan 1.700.000 personas, de las cuales 56% se encuentra en el país de manera irregular.
Yakelin, de 38 años, es enfermera de profesión. Su mano de obra calificada y necesaria en una pandemia no se ha aprovechado porque no cuenta con pasaporte ni permiso para trabajar en Colombia. Algunas veces en la semana trabaja en una fundación haciendo aseo y ayudando a niños con las tareas.
La tasa de desempleo en la población migrante que ha vivido un año en Colombia llegó al 20,8% en el periodo de noviembre de 2019 a octubre de 2020, frente al 20,9% del mismo periodo del año anterior, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, DANE.
El dinero no le alcanza a Yakelin: gana 115 dólares al mes y debe pagar 100 para un arriendo en La Merced, un barrio popular de calles empinadas y polvorientas al sur de Bogotá.
En su casa tiene un comedor de cuatro puestos con sólo dos sillas, una pequeña estufa y una nevera en la que almacena hielo para vender en bolsas como una manera de conseguir más ingresos. Hay dos cuartos: uno para sus dos hijos y otro para ella y su pareja, quien tiene trabajos informales y esporádicos.
Yakelin pertenece a una familia numerosa. Es la mayor de siete hermanos y recuerda que en Navidad se reunían todos en un pueblo venezolano del estado Lara, a ocho horas de Caracas. Hacían una cena con sus padres y les daban pastel a los niños.