NECOCLI, Colombia – Necoclí ya no es el aislado pueblo afrocolombiano junto a la playa que los turistas de las ciudades vecinas solían visitar para comprar pescado frito y pasar un rato tranquilo bajo el sol.
Hay una oleada de migrantes haitianos que esperan llegar a Estados Unidos. La parada en una ruta de contrabandistas es antigua. Los funcionarios locales dicen que la desesperación no tiene precedentes.
Jorge Tobón, alcalde de Necoclí, dijo que la situación se volvió más grave después de que Panamá comenzó a permitir que solo 500 haitianos cruzaran desde Colombia diariamente.
“Si Panamá no hiciera lo que está haciendo, no tendríamos este problema”, dijo Tobón.
A veces, la población de unos 20,000 habitantes se ha duplicado, dejando a los migrantes y a los residentes compitiendo por los recursos ya limitados. Es una crisis humanitaria durante la pandemia del coronavirus.
Algunos migrantes establecieron campamentos temporales bajo palmeras donde los migrantes de Cuba y Venezuela también se refugian. Algunos propietarios prefieren alquilar a los migrantes que pueden pagar en dólares estadounidenses.
“Estoy en busca de un futuro mejor para mis tres hijos”, dijo Edward Cabrera, un migrante venezolano de camino a los Estados Unidos.
Necoclí es una parada antes de un paseo en barco por el Golfo de Urabá. Los barcos no pueden mantenerse al día, por lo que los migrantes tienen que esperar más. Algunos migrantes están estableciendo negocios informales temporales que compiten con los locales.
La mayoría de los migrantes son jóvenes haitianos negros, pero hay mujeres embarazadas, niños de todas las edades y a veces hasta abuelos. Muchos dijeron que recientemente habían dejado a sus familias en la nación caribeña.
Aparte del criollo y el francés, algunos de los migrantes haitianos que estaban esperando en Necoclí también hablaban español, portugués o inglés. Algunos perdieron sus empleos en Brasil, Chile u otros países de América del Sur. Unos pocos fueron deportados de los EE.UU. Y querían reunirse con la familia.
Un haitiano, que solía vivir en Brasil, dijo en portugués que él y su esposa están teniendo que pagar $7 cada noche y no contaban con tener que gastar $380 en refugio. Un haitiano que vivía en Chile y viaja con un grupo dijo que lleva casi un mes esperando cruzar a Panamá.
“No es la forma cómoda”, dijo y agregó que tampoco se sentía cómodo con la falta de empleos en Chile y una continua reacción antiinmigrante.
Los que lograrán cruzar el Golfo de Urabá tienen días desafiantes de caminata por delante a través del Darién, una densa selva montañosa donde se esconden los depredadores.
Los sobrevivientes tendrán que desafiar al río Chucunaque, el río más largo de Panamá. Les llevará meses a un año llegar a la frontera entre Estados Unidos y México.
Ubicación
Torres contribuyó a este informe desde Miami.