CHOLULA, MEX. – La Virgen de Guadalupe puede ser la advocación mariana más conocida y reverenciada en América, pero antes hubo otra más popular: la Virgen de los Remedios, traída por los invasores comandados por Hernán Cortés para pedirle su protección durante las guerras que emprendieron contra los imperios que dominaban lo que hoy es México.
Según el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, fue Juan Rodríguez de Villafuerte, soldado de Hernán Cortés, quien trajo a México la estatuilla de madera de la Virgen de los Remedios para que los protegiera durante su misión.
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Antes de atacar Tenochtitlán los españoles llegaron a Cholula en octubre de 1519, una ciudad pacífica y profundamente religiosa, donde las crónicas afirman que había 20 mil casas y 365 templos. Esta ciudad pagaba tributo a los mexicas y estaba en paz con ellos, pero también recibió con hospitalidad a Cortés y sus tropas, ofreciéndoles alimentos, hospedaje y todo lo que necesitaran.
Sin embargo, luego de algunos días los nobles cholultecas comenzaron a mostrar más frialdad ante la ambición y agresividad de los españoles, por lo que los europeos temieron una emboscada y desataron una matanza con respaldo de miles de aliados indígenas en la que asesinaron a entre tres mil y cinco mil cholultecas, la mayoría civiles desarmados.
En esta población también se encuentra una pirámide que es considerada la más grande del mundo, con una base cuatro veces mayor que la pirámide de Giza en Egipto y el doble de su volumen. Tras la masacre y la destrucción de los templos, los españoles construyeron una pequeña ermita en la cima de esa pirámide donde colocaron a la Virgen de los Remedios y una cruz.
Un mes después los invasores españoles llegaron a Tenochtitlán, capital del imperio mexica, donde fueron recibidos por el huey tlatoani (gran emperador) Moctezuma y hospedados en su palacio, lo cual le pareció a Cortés un milagro, así que subió al Templo Mayor de la ciudad y colocó la estatuilla de la Virgen de los Remedios en lugar de Huitzilopochtli, el temible dios solar asociado a la guerra y a los sacrificios humanos.
Aunque los mexicas eran usualmente abiertos a incorporar nuevas deidades a su religión, esta acción no les pareció y achacaron a esta acción la larga sequía que en ese momento los castigaba. Cortés aseguró que, si le hacían algunas misas a la Virgen, llovería, aún contra la voluntad de los antiguos dioses mexicanos. El mismo día de la misa habría caído un fuerte aguacero, lo cual fue considerado por los españoles un milagro más y la nombraron patrona de la capital mexica.
Después de una serie de abusos y asesinatos, los mexicas reaccionaron contra los españoles y sus miles de aliados indígenas. En medio de la batalla uno de los soldados habría conseguido subir al templo y rescatar la estatua de la Virgen de los Remedios, pero resultó herido y antes de morir logró esconderla junto a un maguey.
La leyenda popular recogida por historiadores cuenta que la imagen fue encontrada 20 años después por Ce Cuauhtli, un indígena que contaba haber sido uno de los caciques que intentaron retirarla del templo mayor, pero que ahora la Virgen le hablaba y le pedía buscar su imagen. Los franciscanos no le creyeron y amenazaron con castigarlo si seguía diciendo que la virgen le hablaba.
Según la misma leyenda, el indígena sufrió un fuerte accidente durante la construcción de la iglesia, pero se recuperó milagrosamente gracias a una cinta que le obsequió la propia Virgen de los Remedios. En agradecimiento Ce Cuauhtli habría buscado y encontrado la imagen, pero se la llevó a su casa sin avisar a los monjes para evitar ser torturado.
Doce años después la virgen desapareció y reapareció junto al mismo maguey, por lo que el indígena se animó a llevarla ante un sacerdote quien al ver la imagen creyó en el milagro y mandó edificar un altar para la virgen en la humilde casa de Ce Cuauhtli, quien se cambió al nombre cristiano de Juan Tovar de Águila.
Al igual que con la historia de la Virgen de Guadalupe que se habría aparecido al indígena Juan Diego, ambos enfrentaron la incredulidad de la Iglesia, y también la Virgen de los Remedios comenzó a vincularse con antiguos elementos religiosos mexicanos como el culto a la lluvia y a los magueyes, planta de donde se extrae el pulque, bebida ritual vinculada con la fertilidad de las personas y de la tierra que se consume hasta nuestros días.
Durante los tres siglos que duró la colonia, las autoridades españolas, incluido el virrey, veneraban a la Virgen de los Remedios como patrona de la Ciudad de México. Sin embargo, cuando ni estas ceremonias funcionaban, traían a la Virgen de Guadalupe, de piel morena y más identificada con el pueblo, lo cual enojaba a sus devotos mexicanos, pues veían a su santa patrona ser tratada como segunda opción.
[Lee también: Virgen de Guadalupe, de elemento de fe a símbolo de identidad entre los latinos]
Incluso el afamado explorador Alexander von Humboldt percibió en 1803 la rivalidad entre ambos grupos de fieles:
“El espíritu de partido que reina entre los criollos (americanos) y los gachupines (españoles), da un matiz particular a la devoción. La gente común, criolla e india, ve con sentimiento que, en las épocas de grandes sequedades, el arzobispo haga traer con preferencia a México la imagen de la Virgen de los Remedios. De ahí aquel proverbio que tan bien caracteriza el odio mutuo de las castas: “hasta el agua nos debe venir de la gachupina”. Si a pesar de la mansión de la Virgen de los Remedios, continúa la sequía... el arzobispo permite a los indios que vayan a buscar la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe”.
Siglos después, durante la Guerra de Independencia de México, la Virgen de los Remedios fue la santa patrona de los ejércitos realistas mientras que la Virgen de Guadalupe fue la bandera de la causa insurgente, encabezada por sacerdotes, criollos y marcada con un fuerte carácter religioso y social.
En su desesperación al ir perdiendo la guerra contra la nueva nación, los españoles incluso le dieron un grado militar a la Virgen de los Remedios y la nombraron “La Generala”, tratando de invocar milagros como los que le atribuyeron en favor de Cortés y sus aliados indígenas tres siglos atrás.
A pesar de que la causa independentista triunfó y que el título de “reina de México, emperatriz de las Américas y de las islas Filipinas” le fue concedido a la Virgen de Guadalupe por el papa Pío XII, el culto a la Virgen de los Remedios continúo en espacios tan importantes como el hermoso Santuario de la Virgen de los Remedios, que continúa recibiendo a diario a cientos de visitantes en la cima de la pirámide de Cholula.
Cada año, localidades como San Gregorio Zacapechpan también celebran a la Virgen de los Remedios con fiestas patronales que comienzan cada 1 de marzo y continúan hasta el 10 de marzo, cuando realizan “la bajada” de la imagen desde la cima de la pirámide y la llevan cargando durante horas hasta la comunidad donde espera acompaña a San Gregorio hasta el 12 de marzo, cuando se celebra una gran fiesta organizada por los mayordomos nombrados por el pueblo. Desde su pasado como “conquistadora”, la Virgen de los Remedios ha sabido mantener un lugarcito en la devoción de los mexicanos.