Una guardería de mariposas, el secreto de un museo de Ciudad de México

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Mara Eugenia Daz Batres, biloga, observa a una mariposa nocturna salir de un capullo colgado de un cable en los jardines del Museo de Historia Natural y Cultura Ambiental en Ciudad de Mxico, el jueves 29 de mayo de 2025. (AP Foto/Marco Ugarte)

MEXICO CITY – Dos mariposas nocturnas casi del tamaño de una mano, de combinaciones café y rosa con cuatro partes traslúcidas que parecen ventanas, copulan colgadas de unos cables junto a los capullos de los que nacieron el jueves sólo unas horas antes.

“Cuando llego y me encuentro con esto, ¡brinco de gusto!”, dice María Eugenia Díaz Batres, con los ojos muy abiertos y la sonrisa emocionada de una niña aunque la investigadora, de pelo blanco ensortijado y voz dulce, tiene 80 años y lleva casi seis décadas cuidando insectos en el Museo de Historia Natural y Cultura Ambiental de Ciudad de México, en pleno bosque de Chapultepec.

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La pareja de “cuatro espejos” —como se conoce a popularmente a las mariposas nocturnas Rothschildia Orizaba— es la muestra de que los esfuerzos del museo por salvar 2.600 capullos rescatados de un terreno baldío del centro del país valieron la pena.

Ahora confían en que muchas más mariposas puedan nacer en esta especial “guardería”, que han confeccionado para reproducirse en el bosque capitalino, uno de sus hábitats naturales.

México cuenta con unas 1.800 especies de mariposas, y 350 de ellas están en Ciudad de México, una urbe de 10 millones de habitantes (20 millones, contando sus suburbios).

Las “cuatro espejos” no son tan conocidas por el público como las mariposas monarca que migran por toda América del Norte, ni están tan amenazadas. Pero en la ciudad cada vez hay menos debido a la creciente urbanización, y tienen un gran simbolismo.

“Los aztecas la nombran ‘mariposa de navajas de obsidiana’, Itzpapalotl”, explica Díaz Batres. ”Y muchos de estos capullos en el norte de México los llenaban de piedritas y se los ponían en sus tobillos para hacer sus danzas”.

Los capullos llegaron al museo a finales de diciembre. “Los entregaron en una bolsa y en una caja, todos apachurrados, llenos de ramas y hojarasca... Entonces mi primera misión fue sacarlos, limpiarlos... porque tenían capullos que ya habían emergido, capullos que habían sido comidos por algunos roedores” o que tenían parásitos en su interior, cuenta la bióloga.

Así empezó lo que la directora del museo, Mercedes Jiménez, dice ha sido “una aventura realmente increíble”. Ellos solían encontrar algunos tlacuaches —un mamífero marsupial mediano— o aves heridas que a veces atienden, pero nada parecido a esto.

Bajo la dirección de Díaz Batres, fueron colgando los capullos sanos en todos aquellos lugares donde pensaron que podrían prosperar: el jardín del museo, junto a los pirules —el árbol del que se alimentan— que hay en Chapultepec, e incluso dentro del edificio.

Hoy todavía inundan su oficina: hay capullos colgando por encima de su mesa en cables que cruzan la habitación, hay capullos ya vacíos en unas cajas, otros pendientes de examinar en otras, huevos de mariposas junto al microscopio, larvas comiendo en un mariposario...

La científica, que emana vitalidad, sumó así una nueva obligación al cuidado del insectario del museo que ella misma elaboró con más de 50.000 ejemplares.

Ahora vigila atentamente cada fase de crecimiento: la eclosión de los huevos, las mudas de las larvas, cómo se envuelven para hacer su capullo —donde en buenas condiciones pueden aguantar años en hibernación— y cómo luego, con la humedad adecuada, salen las mariposas. Gracias a los palitos en los que las coloca pueden estirar bien sus alas, explica Díaz Batres.

Sólo viven una o dos semanas como adultos, pero la satisfacción de esta mujer que ha dedicado su vida a los insectos es tremenda. Sobre todo cuando llega a su oficia y a veces las nuevas mariposas “están en la puerta, en la computadora".

La pareja de mariposas que copulaba el jueves podría seguir con sus abdómenes unidos hasta 48 horas. Díaz Batres cruza los dedos para que la hembra deje sus huevos en un árbol cercano, en su hábitat natural. Será la señal de que su misión tuvo éxito.


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